Imaginemos que tenemos lo que creemos que es una gran idea. ¿Es bueno mantenerla en secreto para evitar que nos la copien hasta tener un producto final listo para salir al mercado?
Salvo contadísimas excepciones, la respuesta es un rotundo NO. Actuando de esa manera normalmente lo que conseguiremos es invertir una gran cantidad de tiempo y recursos en desarrollar un producto que no sabemos si realmente va a tener aceptación en el mercado. Son bastantes los casos en los que esto acaba mal y no se recupera la inversión realizada.
Es preferible testar el producto en el mercado lo antes posible antes de desarrollarlo por completo.
Esto se consigue mediante la realización de prototipos. Un prototipo no es un producto finalizado, pero sirve para mostrar una idea clara de cómo será el producto final y permite dirigirse al mercado para obtener realimentación de cómo de bien va a ser aceptado. Puede ser un plano, un esquema, una maqueta o, mejor aún, una versión funcional que quizá aún no esté suficientemente afinada. La idea es poder obtener lo antes posible realimentación por parte del mercado y así tomar mejores decisiones en cuanto a si merece la pena seguir invirtiendo o hay que hacer algún cambio en el desarrollo del producto. Puede incluso ser un producto comercializable, aunque aún no haya alcanzado el nivel de desarrollo diseñado para el producto final.
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